El punto de inflexión es la salida de la casa donde nací, con todo el respeto hacia esa casa que me cobijó, allí es donde tuve todo lo que me permitió saltar.
Dejaba mis miedos, y me llevaba otros. Me fui donde casi nadie me conocía, pero los que sí, supieron cuidar de mi. Aprendí a confiar, aprendí que podía hacer algo más de lo que nunca hubiera imaginado. Allí encontré otra vez la soledad cuidada, la soledad llena de riqueza y posibilidades , allí empecé a soñar. Estudié, me formé, probé que es ser reconocida y querida por mis capacidades profesionales. ¡Gracias al nuevo mundo!
Mi trabajo se centró en la psicología y en la ayuda a personas, familias y grupos en los sectores márgenes tales como la violencia de género, la violencia étnica y las adicciones. Estuve en contacto con la psicología sistémica y es a partir de allí donde mi interés va de los sistemas familiares a los sistemas organizativos además del cuidado de la persona.
Me fascina la dinámica de los roles, la gestión del poder y sus consecuencias.
He trabajado con las personas, con las familias y con los grupos. He trabajado el conflicto en cada uno de estos círculos. El conflicto me ha mostrado la cara más profunda del cambio. Sin él el cambio no es posible. El conflicto lo sentimos de forma individual, internamente o externamente en cualquiera de los sistemas que habitamos.
Durante mi trabajo esos 30 años largos en organizaciones me han dado perspectiva de las relaciones humanas dentro de las estructuras. Cómo nos identificamos y cómo nos despersonalizamos, dónde encontramos aliados para seguir, cómo seguimos apostando por la visión de la empresa que representamos, qué nos hace estar al pie del cañón y qué es lo que nos ayuda a decir basta.